lunes, 22 de abril de 2019

¡MALACATÚ!

El poder transformador de la palabra

¿Recordáis aquel slogan publicitario que decía “El frotar se va a acabar”?  Pues veréis con qué arte lo convierte María Pascual en palabra arrojadiza contra el adversario, trabalenguas y hechizo al final, en este álbum trepidante y lleno de magia que publica, con la maestría que le caracteriza, la editorial A buen paso.




Los protagonistas se presentan, en un primer plano, enfrentados desde la portada sobre un fondo amarillo chillón lleno de estrellas y pequeños globos dentados, bajo el título ¡MALACATÚ! en mayúsculas picudas con la tilde clavada en la u. 
Actitud desafiante, ceño fruncido, labios apretados, mirada asesina… ambos, madre e hijo, sujetan como un arma pasta y cepillo de dientes ¿Qué les habrá hecho enfadarse de este modo?


Desde las guardas, el formato rectangular de la portada se convierte en panorámico al usar la doble página y vemos entrar al niño, feliz con sus juguetes, en el que va a ser el único escenario de la trama; la cocina. 


Y ahora sí, en el centro de la escena, madre e hijo se enfrentan en un duelo armados con lo que parece ser la causa del conflicto –yo casi puedo escuchar la música con silbido típica de Morricone en las películas del oeste aunque la pasta y el cepillo se conviertan más bien en florete de esgrima o varita mágica a lo Harry Potter- y junto a ellos todos los juguetes se preparan para la lucha: las fuerzas opuestas de La Guerra de las Galaxias, indios y vaqueros, dinosaurios de Jurassic Park…, mientras el gato dormita en su mecedora. La batalla se recrudece y hasta el gato aprovecha para hacer alguna trastada. En este decorado teatral, tan solo la puerta y la ventana nos informan de lo que sucede fuera de esta habitación.
La narración se desarrolla en varios planos, lo que nos obliga a enfocar la mirada a diferentes alturas, con acciones que discurren imbricadas entre sí: El central con los personajes protagonistas, la parte izquierda de la doble página para los juguetes (y las apariciones y desapariciones del padre que podemos ver desde la puerta y la ventana) y en el lado derecho el gato, que se desplaza hasta llegar al espacio central para no perderse detalle, mientras el ambiente se caldea con los coloridos vapores de los pucheros en el fuego de la cocina.

El álbum solo así, mudo -como ¿Dónde están mis gafas? (Thule Ediciones 2013)- ya sería una delicia. Con esta narración visual tan detallada podría prescindirse del texto pero María Pascual quiere ir más allá y añade a los humanos su arma más poderosa, la palabra. Con un texto lleno de resonancias de la tradición oral, María encadena las palabras a modo de retahílas, trabalenguas, fórmulas mágicas y hechizos para transformar al oponente y convierte así la lucha en un juego de ingenio con el que canalizar la ira. 

Plasta, plastable, sipilitable
Reina del frotar de nunca acabar
Que si "frota, refrota, sipilifrota"
La espuma me empieza a brotar.

Estoy frito, refrito, sipilifrito
¡Harto! ¡No puedo más!
Plasta de dientes
¡¡PLASTA DE DIENTES!!
¡Fi! ¡Fa! ¡Fú!
¡Malacatú!




Y la magia de las palabras funciona y produce varias metamorfosis en los personajes hasta llevarles al lugar del otro. Madre e hijo cambian de rol y de posición en la página y terminan en el suelo muertos de risa con el padre asomado por la puerta entreabierta contemplando el final feliz de la batalla.


En las guardas traseras, dando al álbum un sentido circular, la cocina queda recogida y en calma.


María Pascual es una persona entusiasta e inquieta que se ha ofrecido con alegre generosidad a charlar con nosotros sobre el proceso creativo de esta obra con la que ganó el Premio Internacional del Álbum Ilustrado 2017 Biblioteca insular de Gran Canaria:

-María, eres licenciada en Bellas Artes con doctorado en Dibujo y has ilustrado muchos libros para otros autores. En ¡Malacatú! -como en ¿Sales a jugar? (Narval 2015)- eres autora e ilustradora ¿De dónde surge la idea primigenia, del texto o de la imagen?

-Cada libro ha tenido un proceso diferente, en ¿Sales a jugar? llegaron primero las imágenes, recreando mis juegos de infancia en la plaza, y en ¡Malacatú! el detonante fue el texto, el reto de hacer un libro trabalenguas que incitase a la lectura compartida en voz alta. En ambos hay una raíz inspiradora que me ha marcado como autora de literatura infantil, el legado que es la tradición popular oral que ha llegado hasta nosotros, generación tras generación, rescatando las voces y los rituales de tiempos ancestrales.

-En las ilustraciones de ¿Sales a jugar? exploras la hibridación persona/ animal; en ¡Malacatú! retomas esa exploración y la llevas hasta la de persona/objeto. ¿Por qué te seduce tanto esta mixtura?

-¿Dónde están mis gafas?, el primer libro que hice como autora global, ya evidenció lo que me seduce fantasear con la cosificación, objetos que parecen tener vida propia y que se esconden a propósito para hacernos rabiar. Además, en todos los libros que hago me detengo particularmente a escoger cada objeto que aparece, son pistas importantes sobre la identidad y personalidad de sus dueños.
 En ¿Sales a jugar? y en ¡Malacatú!, la transformación es un indicio del propio juego infantil, de la capacidad que tenemos mientras jugamos de ser otro y que nos acerca al ritual atávico. Las hibridaciones de mis libros reflejan mi obsesión por el juego libre, son mi manera de contar con imágenes lo que ocurre durante el espacio-tiempo paralelo del juego en la imaginación de los niños. La historia del arte está repleta de imágenes híbridas que son toda una fuente de inspiración para mí.


-En ¡Malacatú! nos ha maravillado el desarrollo de las expresiones y los movimientos de los personajes y cómo se integran en los tres planos que comentamos. ¿Trabajaste el movimiento y la expresividad de las figuras más desde la animación para conseguir un efecto flipbook o como si se tratara de una coreografía para tres grupos de baile?

-Ambas cosas. Si se pasan rápido las páginas, el libro funciona como un flipbook en el que todas las figuras se mueven en su espacio de la doble página siguiendo una coreografía muy estudiada. Es un escenario teatral en el que podemos ver cómo se ultiman los preparativos en las guardas del inicio y asomarnos en las guardas del cierre al escenario fijo que es la cocina cuando los personajes principales y casi todos los secundarios, ya se han marchado.

Disfruto muchísimo trabajando y escogiendo las expresiones para mostrar en cada “instantánea” el momento más significativo y que mejor pueda reflejar la evolución de este “duelo” en los ánimos de cada personaje. El enfado de los protagonistas sube y baja como el humo de las cacerolas que les acompañan.

-Hemos destacado la incorporación de una frase publicitaria en tu texto y también creas un pequeño universo con los personajes de La Guerra de las galaxias, Jurassic Park, el Oeste americano o Harry Potter con sus conjuros y encantamientos. ¿Qué influencia tienen en tu obra estos lenguajes?

-En mi infancia uno de los juegos favoritos, con los que pasaba horas y horas, eran las escenografías gigantes que organizaba, sola y con mi hermano, invadiendo toda la casa. Tenía predilección por los muñecos y los objetos pequeños, especialmente por los clicks y la saga de Star Wars, que mezclaba con muchos otros personajes que no tenían nada que ver. En nuestras historias se unían a Yoda, Chewbacca, Luke y Darth Vader, snorkels, legos, pitufos o figuritas del belén. En la cadena de batallas de ¡Malacatú!, he tratado de escoger personajes que ya son prácticamente clásicos y que funcionan hoy tan bien como lo hicieron entonces, para que los lectores puedan identificarlos y ver sus juegos reflejados fuera de modas puntuales. Indios y vaqueros, dinosaurios, guerras espaciales, magos… son juegos que se repiten y nos han encandilado a través de los años y, una vez más, son los juegos tradicionales y el juego libre un constante foco de ideas para mis proyectos personales. No sólo me seducen los personajes híbridos, sino la mezcla de referentes de lo más variopintos.
Foto de María Pascual con Ellen Duthie,  musa de ¡Malacatú!
Sin embargo, no había sido consciente de esa conexión con el lenguaje publicitario en el primer hechizo,  para el texto de ¡Malacatú! me nutrí más de lecturas a las que recurro constantemente y que marcaron mi infancia, retahílas, trabalenguas, cancioncillas populares, los nonsense de Edward Lear,  la sonoridad irreverente de William Steig, Roald Dahl o Christine Nöstlinger, de nuestra Gloria Fuertes,... y de  las palabrejas con las que mi madre nos llamaba "cariñosamente" para bloquear con ingenio los enfurruñamientos que teníamos mi hermano y yo: rata de cloaca, repollo con lazo, besugo al horno, enano saltarín... Probablemente hoy habrían censurado a mi madre. También hay más del mago Merlín, de Juan Tamariz y de Ellen Duthie que de Harry Potter, pero unos magos llevan a otros y el poder de Potter es indiscutible.

-¿Hay algún otro detalle que quieras resaltar de este álbum, p.e del proceso de edición con Arianna Squilloni?

-Trabajar con Arianna es siempre un gustazo por su mirada curiosa y tan única. ¡Malacatú! estaba ya prácticamente cerrado cuando lo presenté para el Concurso Internacional de Álbum ilustrado Biblioteca Insular de Gran Canaria y ella fue testigo de lo meticulosa que soy con mis proyectos, en los que trato de que hasta el más mínimo detalle tenga un sentido, casi hasta la locura. Poder compartir, debatir y comentar con ella el funcionamiento del engranaje del libro fue un regalo a sumar en el premio: desde la cantidad de humo en cada doble página hasta la razón del uso de las únicas comillas que tiene el texto.

Fotografías de Estrella Jover

Después de reír y disfrutar con la lectura en voz alta de ¡Malacatú!, dejarnos llevar por la musicalidad de sus palabras encadenadas, superar la dificultad de pronunciar las consonantes que en un principio nos trabaron la lengua, de bailarlas incluso para aprender de memoria los conjuros, hemos querido compartirlo con todo el cole en nuestra Maratón de Cuentos. Podéis ver estas imágenes de nuestra representación aunque los presentes saben que solo les contamos la historia de algunos personajes y que deben acudir a la biblioteca para descubrir el resto de las historias que se cocinan en el álbum. 

Abrazamos agradecidos a María porque ha conseguido, gracias a la magia de sus dibujos y sus textos, encender las miradas, los gestos y las risas de las niñas y niños en estos últimos días de clase en que ya solo deseábamos las vacaciones.

Ahora, comprendida ya la fórmula de cocinar hechizos, solo tenemos que buscar otras palabras que nos lleven a inventar y dramatizar nuevos conjuros.

¡Fi! ¡Fa! ¡Fu! ¡Malacatú!