miércoles, 31 de enero de 2024

PUER POETICUS

 

Cadena de regalos

Cuando llega a mis manos este cancionero de Antonio Rubio con las bellísimas ilustraciones de Concha Pasamar, lo recibo como un regalo. Activa mi memoria corporal, auditiva, emocional…y congrega a todas las personas queridas que me hicieron partícipe de este saber colectivo, de esta imborrable memoria poética de la infancia que nos conforma y acompaña durante toda la vida.


Me siento eslabón, eslabón agradecido -forjado en el hogar, en el aula de infantil, en el patio de la escuela, y 
con profesores tan importantes en mi formación como José Torralba (Folclore en la Especialidad de Música) o Pedro Cerrillo en Literatura Infantil- de una cadena que nunca debería romperse. 
Como madres, padres o familiares y amigos, como docentes y mediadores tenemos la responsabilidad de que este legado (y todas las vivencias y vínculos preciados que lo acompañan) no caiga en el desconocimiento o el olvido. Por eso incluimos Puer Poéticus en nuestra carta a las Reinas Magasporque lo queremos leer y contar al amor del hogar y de la clase.

Reviso otros cancioneros y pienso en qué aporta Puer Poeticus, qué me ha hecho sentirlo tan entrañable y cercano. 

En primer lugar, como ya he dicho, me conecta con mi propia infancia, con mi memoria poética, pero también me parece perfecto para llevarlo al aula porque la poesía de Antonio Rubio está presente y viva en las escuelas; las niñas y los niños la vivencian con su cuerpo. Y podemos partir de esa vivencia, de esa voz, para conectarlos con estos juegos, recitados o cantados, que muchos de ellos desconocen (por falta de figuras transmisoras en el hogar y/o porque vienen de otras culturas y tradiciones). Qué fácil sería pasar, por ejemplo,  de su

 "Luna, luna, luna, 
luna, luna, sol, 
luna, luna, luna, 
luna caracol" 


"Caracol, col, col, 
saca los cuernos al sol, 
que tu padre y tu madre 
también los sacó".

Hace unos días, Antonio Rubio decía en la presentación del libro: “Es un material que está flotando en el aire. Lo único que he hecho es contextualizarlo”. Y nos habló de la plaza del pueblo como espacio de juego y maestra de su infancia, de su trayectoria como maestro durante más 40 años -en especial de los ocho años en el Colegio Público Trabenco en Leganés con propuestas educativas de Freire, Freinet y Rodari- y de su vinculación a movimientos de Renovación Pedagógica como Acción Educativa, Asociación Pizpirigaña, el colectivo de Elche o Asociación Rosa Sensat. 


Es precisamente la investigación que lleva a cabo hace 30 años para un cuadernillo de Acción Educativa donde surge el germen de Puer Poeticus.


Antonio Rubio conoce el Cancionero, conoce la Escuela y conoce a Los Niños y ordena estos materiales poéticos en cuatro cancioneros como marco referencial donde explica brevemente el momento evolutivo en que se encuentra el niño en cada uno de ellos, señala lo que aportan a su formación literaria y da indicaciones claras y precisas al adulto para que interactúe con él.

El Reino de Canto. El primer cancionero “se compone de aquellos cantos con los que el niño es cantado y jugado al mismo tiempo, siendo su propio cuerpo el espacio de juego”. Nanas, arrullos, canciones de cuna y arrorós se sustentan sobre el ritmo binario que la madre marca desde el corazón. Es el primer momento literario de nuestra vida, “primeras palabras que reclamamos, primer alimento para el pez mudo que llora porque carece de algo y necesita y busca protección y abrigo”.

Siguen las rimas o enumeraciones corporales en las que el dedo adulto señala, sitúa y enumera el lugar exacto que se canta y nombra. Rimas para las manos y los brazos en las que nuestro cuerpo es un instrumento para producir música.

Palmas, palmitas,

higos y castañitas,

azúcar y turrón

para mi niña son.

 

Los primeros cuentos y juegos corporales con los dedos. Serían las primeras composiciones con cierto carácter narrativo.

 

Este puso un huevo,

este lo peló,

este fue a por leña,

este lo frío

y este gordo, gordito,

se lo comió.

 

Continúa con las rimas para hacer cosquillas, los balanceos (en los que el adulto sienta al niño a horcajadas sobre sus piernas), los columpios, para echar a andar, para estar y desaparecer, rimas y conjuros para nombrar el entorno próximo (nombrar las cosas para conocerlas y poseerlas) y para invocar a la luna y al sol.

 

Sol, solito;

caliéntame un poquito,

para hoy para mañana,

para toda la semana.

 

Y termina con Conjuros y rogativas, “El niño, como el poeta o el mago, se dirige al mundo para ordenarlo y hacerlo abarcable, conocerlo y que este lo escuche” y Oraciones nocturnas.



El Reino del Juego. El segundo cancionero recoge los cantos con los que los niños se encuentran con ellos mismos y con los otros en plazas, parques y patios, espacios para compartir y reconocerse en el grupo. Lo primordial es el juego: Juegos corporales (enumeraciones acumulativas, para hacer cosquillas, para pellizcar, para atar los zapatos o para las rutinas escolares). Primeros juegos colectivos (Corros, juegos de barca y comba, juegos de filas e hileras, juegos de palmas, juegos de goma, par saltar a pídola, juegos de pelota, juegos en el regazo de “la madre” , Retahílas sedentes o para otros juegos, Sorteos) “Todos los juegos de este periodo tienen una característica fundamental: movimiento y canción se acompasan, resultando el niño un danzante y cantor que lee desde los pies; desde los pies a la cabeza puesto que todo el cuerpo se supedita al ritmo de la salmodia”. 

Juegos en la casa (muñecas, cartas, juegos de la oca y el parchís). Vestigios del cancionero popular.

 

Ya se murió el burro

De la tía vinagre;

ya se lo llevó Dios

de esta vida miserable.

 

Que tururururú,

que tururururú,

que tururururú,

que la culpa la tienes tú.

 

 y Primer romancero.


Estaba el señor Don Gato

sentadito en su tejado,

marramiau-miau, miau, miau

sentadito en su tejado (…)



El Reino de la palabra. En el tercer cancionero el lenguaje se convierte en un apasionante juguete. Los materiales poéticos - Trabalenguas y galimatías, adivinanzas y acertijos, refranes o paremias, juegos metatónicos y esdrújulos, jerigonzas, jijantáforas, mentiras y disparates- sirven para “adquirir a través del juego todas las destrezas lingüísticas, explorar los más íntimos rincones de la gramática.”


-Madre notable, sipilitrable 

¿voy al campo blanco, sipilitranco 

por una liebre tiebre, notiebre, sipilitiebre? 


-Hijo, mijo, trijo, sipilitrijo, 

ve al campo blanco, tranco, sipilitranco 

por una liebre tiebre, notiebre, sipilitiebre



El Reino de la Memoria. El espacio de juego será, en esta ocasión, el propio Cancionero. “Es el niño o la niña, individualmente y en grupo, a ser posible acompañados por un mediador, quien realizará esta recopilación.” Antonio Rubio nos proporciona recursos para sistematizar, recoger, organizar y fijar este corpus poético para después poder “transformarlo y crear nuevos materiales apoyándonos en las fórmulas tradicionales o creando otras nuevas, jugando con la escritura como espacio de creatividad”.

Porque no hay que olvidar que el cancionero de tradición oral es un corpus vivo y por lo tanto cambiante. Cuando nos preguntamos por el futuro del cancionero infantil y el folclore en general podemos recordar las palabras de Ana Pelegrín a esta misma pregunta del autor: “desaparecerán algunas de las fórmulas que los niños emplean actualmente, pero surgirán otras nuevas, como surgen los neologismos, porque siempre permanecerá la necesidad de jugar y acompañar al juego de rimas y palabras.”     



Recopilamos este corpus poético a lo largo de nuestra vida, transmitimos esa memoria en casa y en el aula y es emocionante volver al inicio de la cadena. 
Cuando era muy pequeña pasaba largas temporadas con mi abuela y mi tía, que era maestra. Este cancionero me transportó a esa infancia feliz de niña de pueblo y pensé enseguida en regalarlo a quien me había enseñado alguna de sus cantinelas. Fue un regalo para mí, para las dos, pasar la tarde recordando, cantando y recitando, porque este cancionero personal de Antonio Rubio reaviva las variantes que cada uno conoce, convirtiéndose en el cancionero personal de cada lector.


Gracias a Antonio Rubio por esta cadena de regalos, a Kalandraka por editar esta maravilla y a Concha Pasamar por acompañar con delicadeza nuestras emociones con sus ilustraciones siempre evocadoras y poéticas.