viernes, 24 de enero de 2025

CALLE DE LA OCA


Recuperar la mirada atenta, pausada


Si recuerdo mi infancia, vuelvo a habitar la niña que pasaba horas pegada al cristal del mirador de su casa. Una casa que estaba en el cruce de dos grandes avenidas y me ofrecía una perspectiva del mundo amplia, variada, bulliciosa y en cambio continuo. Como si fuera un organismo vivo. Quizá por eso me gusta tanto Calle de la Oca de Ana Garralón y María Pascual, porque me devuelve esa mirada del asombro con que descubría el mundo y desde la que me sitúo para leer este álbum.

En Calle de la Oca, Oliver, el protagonista, aparece integrado en ese organismo -vivo y cambiante- y son las personas adultas que se turnan durante una semana para acompañarlo a la escuela, las que le ofrecen distintas perspectivas desde las que mirar, desde las que leer, ampliar y comprender su mundo. 

Calle de la Oca es la primera publicación escrita para niños por Ana Garralón, especialista en el mundo de la LIJ desde finales de los 80, crítica literaria, tallerista, conferenciante, formadora de mediadores, premio de fomento a la lectura… y lo hace desde un género que ha investigado y conoce en profundidad, el libro informativo, sobre el que ha dado infinidad de cursos y talleres y es autora, entre otros títulos, del ensayo Leer y saber. Los libros informativos para niños.

Hace diez años que la idea de este álbum rondaba en su cabeza. Desde que firma el contrato con Ediciones Ekaré, nos cuenta en sus redes, ha habido un proceso de algo cocinado a fuego lento. 

“La edición de Irene Savino y Cecilia Silva-Díaz transformó un texto un tanto rígido en uno más fluido que María Pascual de la Torre ha ilustrado con una potencia que no me esperaba”.

Ana elige para esta narración la primera persona. Oliver –nombre homenaje a su admirado Oliver Sacks- nos cuenta cómo es su ida y vuelta al cole cada día de esa semana inolvidable junto a un amigo o familiar con distintas profesiones. Es un niño afortunado que puede ir caminando hasta su escuela por un barrio agradable, habitado por personas relajadas, en compañía de un adulto atento y receptivo a su curiosidad insaciable.


Cualquiera que siga este blog conocerá mi admiración por el trabajo minucioso de la ilustradora. María Pascual es única para mostrar pistas y sugerir enigmas. En las guardas, sentimos la quietud del paisaje nocturno de la calle en contraste con el ajetreo en que la conoceremos durante el día. En un primer momento no supe cómo mirar esta ilustración para ver la calle, que parecía la calle y su reflejo, como la representaba María. Tardé unas cuantas páginas en entender que su intención era anticipar la idea del texto de que es la perspectiva desde la que miramos la que cambia nuestra percepción de la realidad. 


También es fascinante como, en una sola imagen, es capaz de mostrar el carácter soñador y curioso del protagonista.

El primer acompañante de Oliver es un historiador, su abuelo, que sabe mirar cada detalle para encontrar en él historias escondidas. ¿Cómo era vivir en ese lugar cuando la calle era de barro, sin luz ni agua corriente? ¿Cómo eran las profesiones que desaparecieron con esa forma de vida? ¿Y las palabras relacionadas con ellas que dejaron de usarse? Oliver no es un receptor pasivo a las enseñanzas del abuelo y le propone un juego que podemos continuar como lectores o como mediadores del libro, un “veo, veo” para nombrar un elemento real e imaginar cómo fue en el pasado. Yo cierro los ojos y consigo ver, como el abuelo, la transformación de ese cruce de caminos durante mi infancia.

En las ilustraciones, la doble página se divide en dos, la superior describe infinidad de detalles de personajes y edificios a todo color y, bajo la línea de tierra, se representan las escenas del pasado en color sepia. 

Cuando se añade información al texto narrativo, se enmarca en una línea de puntos y se añaden bocadillos para agilizar el diálogo de los personajes.

El martes por la mañana, Oliver descubre la mirada del escritor que intenta atrapar historias e inventar a partir de lo que observa en la realidad. “Mira a esa señora que está esperando el autobús. ¿A dónde va? ¿Quién la espera en casa? ¿Qué hace tan temprano en la parada?” Y por la tarde, la de una bióloga, con la que la calle se convierte en un ecosistema de plantas y animales.



En días sucesivos, un filósofo- con la invitación a mirar todo desde otra perspectiva- una fotógrafa, un músico, una tipógrafa y un fisioterapeuta ciego, le muestran diferentes claves para percibir, imaginar e interpretar la realidad que le rodea

Las ilustraciones de María Pascual recrean con infinidad de recursos visuales estos cambios y se expanden con el enfoque que nos ofrece cada una de esas perspectivas.


¿Qué decir de este paisaje sonoro en amarillo, en honor a los Beatles, que Oliver comienza a percibir gracias a su amigo músico? 


Como veis, la lectura de Calle de la oca nos regala un universo, un ecosistema repleto de elementos urbanos,  animales, vegetales y humanos para conocer el barrio. Pero sobre todo, nos permite -dando una tregua a las pantallas- recuperar esa mirada  atenta, consciente y pausada que deberíamos ofrecer a nuestras niñas y niños para construir junto a ellos un mundo más humano.

2 comentarios:

  1. Tengo la suerte de tener este libro y no me canso de volver a releerlo, no solo la historia es original y didáctica sino que cada día encuentras un detalle nuevo en los dibujos de María Pascual, llenos de vida y sentido, que te teletransportan a esa calle y al pasado, un libro que merece mucho la pena.

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  2. Que ganas de verlo! Muy completa tu reseña Belén, con muchos detalles que aportan a conocerlo

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