Por un segundo de Ana Campoy, premio Ala Delta 2025, de
la editorial Edelvives con ilustraciones de Beatriz Castro, es un libro de narrativa con una prosa que fluye con naturalidad,
interpela al lector, lo sumerge en varias tramas bien construidas, presenta
personajes que evolucionan a lo largo de la historia, permite diversas capas de lectura y hace referencia
y dialoga con un clásico de la LIJ convirtiéndose en puente que nos lleve a
querer conocer y/o profundizar en su obra.
Y es que hay libros que aparecen por arte de magia en respuesta a la
pregunta que te planteas en ese momento.
Mientras preparaba un monográfico sobre Michael Ende desde la perspectiva de
la vigencia de su obra en la actualidad, de la
crítica a la sociedad mecanizada y de consumo que lleva implícita y de su
potencia como puente entre generaciones de lectores, descubrí Por un
segundo que comienza precisamente con el epílogo con que Ende pone fin
a Momo, la obra que reúne muchas inquietudes del autor y que tanto me
impactó en la adolescencia:
“Le he contado todo esto-dijo-, como si ya hubiera ocurrido. También como si fuera a ocurrir en el futuro. Para mí no hay demasiada diferencia”.
“Quise hacer una reflexión sobre la competitividad y, ya metida en faena y
acordándome de Momo, me di cuenta de que este libro iba a ser heredero
de todo lo que Michael Ende quería contar.
Por un segundo también habla de la competitividad social que está muy relacionada con la personal, en este mundo individualista en el que nos pretenden meter para que vayamos todos a codazos. (…) El único modo que tenemos hoy en día para hacer frente a todo eso que nos acecha es uniéndonos.”
“Voy a contarte una historia que habla de segundos. Por lo normal, cuando mencionas los segundos, la gente piensa en los pedazos de tiempo que componen los minutos. Esos momentos breves que forman parte de algo más grande. Pero yo quiero hablar de otros segundos: los que vienen después de los primeros. Es decir, los que quedan en segundo lugar.”
Porque Segundo quiere ser astronauta, sí, pero también quiere ser el
primero en algo y por eso pide ayuda a Bianca, súper campeona en matemáticas, para
preparar las pruebas teóricas del concurso y a Chiqui como entrenador para la
prueba física. Enseguida aparece otro misterioso colaborador que deja acertijos
en su puerta y que cuida una tortuga, Júpiter, en claro homenaje a Casiopea, la
tortuga de Momo.
“No podía ser un error.
El boli había dibujado unas letras sobre el caparazón de la tortuga. El autor
del mensaje oculto tenía muy claras sus intenciones y sabía el efecto que causaría
en mí.
Sobre la concha la
palabra “VEN” dejaba muy claro su mensaje. Y yo, al descubrirlo, sentí que
volvía a emocionarme.”
Segundo se esfuerza muchísimo en clase y saca muy buenas notas pero su
compañero Max, además de encantador y simpático, siempre es el mejor.
“Es imposible que Max
caiga mal a alguien, ni siquiera a mí. Por eso que sea tan brillante es un
verdadero drama en mi vida, porque soy incapaz de odiar tanta perfección.”
Así que os podéis imaginar cómo se siente cuando descubre que Max, el Máximo, también se ha presentado al concurso.
“El recién llegado era un
desconocido, un tipo vestido de gris que yo no había visto en mi vida. (…)
-Piense en lo que ha
hecho en toda su vida. TRABAJAR. Sí. Sé cómo se siente. Malgastando su vida
entre estas cuatro paredes. Atado al negocio. Pero ¡sabe? No tiene por qué ser
así. ¿No quiere un coche impresionante? ¡O, mejor! ¡Una caravana! O, tal vez,
¿un chaletazo? ¿Y comprarle una buena consola a su nieto? Es momento de
retirarse y dejar paso al mundo moderno. (…)
-Fuera, fuera-ladró el
abuelo desde el escaparate-. ¡Sois solo tazas vacías! ¡No hay nada dentro!”
Los conflictos y deseos planteados en la novela -los colectivos y los individuales, a los que se refería Ana en la entrevista- llevan a sus protagonistas a “mirar fuera de la caja” para encontrar soluciones. Se hace necesario cambiar de perspectiva, ponerse en el lugar del otro, unir fuerzas y seguir adelante, paso a paso, como auténticas tortugas.
¡Feliz lectura!




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