miércoles, 31 de enero de 2018

LA VUELTA AL CINE DE BRIAN SELZNICK

LA INVENCIÓN DE HUGO CABRET  y MARAVILLAS: LIBROS DE PELÍCULA.


El 30 de Enero de 2007 se publicaba La invención de Hugo Cabret. Unos meses más tarde, Daniel Nesquens profetizaba en la revista Babar que la novela ilustrada de Brian Selznick tarde o temprano se llevaría al cine. Así fue; Martin Scorsese quedó maravillado con el libro y en 2011 filmó en 3D “La invención de Hugo” para su hija, que entonces tenía doce años. Era su primera incursión en el cine dirigido a un público familiar y consiguió con ella  once nominaciones al Óscar. 

Brian Selznick en la Premiere de la película en Nueva York .
Foto Dave Allocca
Enseguida se cubrió la contracubierta original de la novela con otra con imágenes de la película y, aunque el impacto mediático del filme hizo que aumentaran las ventas del libro, el mérito de Selznick quedaría, en muchas ocasiones, eclipsado por la película. Como ejemplo diré que en la magnífica exposición que la Caixa hizo en Madrid sobre Méliès un año más tarde, ni siquiera se nombraba la novela ni a su autor (aunque pudieran comprarse La invención de Hugo Cabret y Maravillas) y en el catálogo de la exposición, con más de 200 páginas, sólo era citado de pasada, reconociéndole, eso sí, que tuvo un gran éxito. Todos los méritos se atribuían a la película de Scorsese, olvidando que cada uno de los aspectos que se alababan de ella ya estaban, listos para ser rodados, en la novela "narrada con palabras e ilustraciones" de Brian Selznick. 

Scorsese mostrando a los actores una imagen de la película.
La invención de Hugo Cabret. Brian Selznick. SM (2007). Traducción: Xohana Bastida.

El libro resulta atractivo desde el primer momento. Es un objeto cuidadosamente diseñado por el autor para sugerirnos que en su interior hay un misterio. Su aspecto nos recuerda a las antiguas cajas de música en las que se podía ver una figura articulada que se movía, al darle cuerda,  al compás de una melodía. En la sobrecubierta, esta figura ha sido sustituida por una hermosa cerradura llena de mecanismos que tiene como fondo el cielo nocturno sobre los tejados de París. Sus colores primarios sobre  fondo rojo contrastan con la cubierta y la contracubierta en color negro con un marco de finas líneas blancas en espiral. El rojo, de nuevo en las guardas, deja paso definitivo a un juego de blanco sobre negro  y negro sobre blanco que se repite a lo largo de toda la lectura, ilustraciones, fotografías y textos, remitiéndonos a las antiguas películas de cine mudo. 



Además, el autor nos sumerge desde la introducción en la atmósfera de penumbra de una sala de cine  y nos va seduciendo, con imágenes y texto para que acompañemos a Hugo al París de los años 30 y que retrocedamos con él a los inicios del cine. 


Hugo Cabret es un niño huérfano que vive escondido en una bulliciosa estación de tren en el corazón de París. Mantiene a punto los relojes de la estación con la esperanza de que nadie note que el relojero, su tío con el que compartía el cuartucho en el que ahora se esconde, ha desaparecido. Su única compañía es un autómata que estaba arreglando su padre antes de morir y su único anhelo es descubrir el mensaje que pueda esconder en su interior. Hugo intenta encontrar el sentido a su vida poniendo en su lugar todas las piezas que componen el autómata y haciéndole funcionar. Piensa que si cada pieza tiene su función dentro de una máquina, también él debe tener una función en este mundo.

Para lograr que la máquina funcione, Hugo roba las piezas de los juguetes de un viejo que tiene una pequeña tienda en la estación y las va ensamblando como indica el cuaderno con dibujos de su padre. El viejo juguetero lo descubre y le quita el cuaderno. Para recuperarlo empieza a trabajar para él y  se hace amigo de su ahijada, una niña amante de la lectura. Hugo y la niña comparten su pasión por el cine y algo más; ella tiene una llave en forma de corazón que les llevará a descubrir, en la segunda parte del relato, el misterio que relaciona al autómata con el viejo juguetero en un excitante viaje por los comienzos del cine como fábrica de sueños. Al final, Hugo consigue encajar las piezas que compondrán su futuro.   

Las mismas imágenes que consiguieron meternos en esa estación y en esa época nos sacan al final con un fundido en negro. Y el lector siente deseos de saber más; qué es y qué no es real en esta historia que habla de magia y de sueños, de un mundo, el del cine mudo, que le es desconocido. 

El narrador de esta historia se nos presenta en la breve introducción del libro como el Profesor Alcofrisbas. Está narrada, pues, en tercera persona. Es un narrador omnisciente que nos va contando con todo detalle hasta el menor gesto de los personajes con el claro objetivo de que el lector pueda construir imágenes mentales. Estas imágenes que formamos en nuestra imaginación se enlazan y complementan con lo que narran las ilustraciones a semejanza de las imágenes proyectadas en una pantalla como nos sugería al principio de la novela. De vez en cuando, el narrador hace una pausa para dirigirse directamente al lector, como cuando finaliza la primera parte de la historia y nos introduce en la segunda (podemos imaginar también a un presentador dirigiéndose al público mientras se cambia el rollo de película para que no se pierda el hilo narrativo).
Al final del libro, como en un juego de magia, el narrador resulta ser el propio Hugo Cabret que está contando su historia escrita por un autómata que él mismo ha construido.

La invención de Hugo Cabret podría ser la típica novela de aventuras en la que los protagonistas son jóvenes de la edad de los lectores que tienen que resolver un misterio. Podría ser un libro de imágenes o incluso un story board. También encontramos partes que responderían a las características de libro informativo, hay un gran trabajo de investigación para documentar los hechos históricos que se narran, en el que nos cuentan los pormenores de un tema, en este caso la historia de los comienzos del cine.
La gran aportación de la novela es que siendo estas tres cosas, Selznick ensambla todos los elementos narrativos, escritos y visuales, de manera que funcionen como una maquinaria perfectamente engrasada; consigue sorprendernos y emocionarnos porque fondo y forma están en perfecta sintonía. 
El autor, además, responde a esa necesidad del lector por saber más sobre un tema que desconocía y nos ofrece, en las últimas páginas del libro, los enlaces necesarios para continuar el viaje por la red. Consigue así que la lectura no acabe con el libro sino que el lector la continúe en la pantalla de su ordenador.

Maravillas. Brian Selznick. SM (2012). Traducción: Ana H. de Deza

Después de La invención de Hugo Cabret, Brian Selznick intenta dar una vuelta de tuerca a la fórmula con la que había conseguido tanto éxito. Maravillas es también “una novela contada con dibujos y palabras” pero con una dificultad añadida: Son dos historias independientes en el tiempo y en el espacio, que en la segunda parte de la novela confluyen en el mismo lugar para convertirse, en la tercera, en una sola narración en la que se alternan texto e imagen.
Introducción narrada con imágenes.
La primera historia está contada con palabras y comienza en 1977. La protagoniza Ben, un niño con problemas de audición que al perder a su madre inicia la búsqueda del padre al que nunca conoció. Lleva consigo tan solo algunos objetos -una caja de madera en la que guarda algunos recuerdos, un medallón de plata, un librito azul titulado “Maravillas” y un marcapáginas- que irán adquiriendo sentido a lo largo del viaje, como si se tratara de las piezas de un rompecabezas o de las pistas en un mapa del tesoro. 

Y la segunda, narra con ilustraciones lo que le sucede cincuenta años antes a Rouse, la niña sordomuda que emprende un viaje en busca de una famosa actriz del cine mudo, de la que atesora un álbum con todos los recortes de prensa que aparecen sobre ella. 
Los dos niños intentan encontrar, como Hugo, un sentido a su vida y un lugar en el mundo. Y también es un amigo el que les entrega la clave, o la pieza, que les permite resolver el misterio.


Si en La invención de Hugo, Selznick hace un homenaje a los pioneros del mundo del cine, en Maravillas lo hace a los Museos. El espacio mágico al que hace referencia el título de la novela y en el que las dos historias convergen, es el gabinete de maravillas del Museo Americano de Ciencias Naturales en Nueva York. 

La metáfora en esa búsqueda del sentido, que en Hugo era el autómata, es el propio museo:

“Mientras se secaba, vio un mapa del museo tirado junto al lavabo. Lo desdobló y leyó los nombres de las salas: Meteoritos, Minerales y Gemas, El Ser Humano en África…Igual que en la biblioteca donde trabajaba su madre, el universo estaba allí, organizado y dispuesto para todo aquel que quisiera comprenderlo.”

“Ojalá el mundo entero estuviera organizado de la misma forma: así todo el mundo podría encontrar lo que buscaba…”

Y al igual que Hugo llegaba a identificarse con el autómata, Ben lo hace con su caja de recuerdos:

“Entonces recordó su caja museo, su casa, sus libros, el escondite secreto, y se dio cuenta de que ya lo estaba haciendo. “Tal vez”, pensó, “todos seamos un gabinete de maravillas.”

Pero Maravillas no es sólo un homenaje a los museos, de hecho, la idea de la novela surgió cuando el autor vio un documental sobre la historia de la cultura sorda en Estados Unidos. Lo que más me impresiona de esta novela es cómo consigue reflejar la percepción del mundo por las personas con problemas auditivos y el contraste con un mundo poblado de sonidos. No en vano, el hermano de Brian Selznick nació sordo de un oído, como Ben, y muchas de las observaciones y pensamientos de este personaje pertenecen a su hermano. Me encanta, además, que el mundo sonoro de los años 70 esté plasmado con una canción de Bowie, "Space Oddity", y que consiga hacernos escuchar esta melodía, cada vez que Ben piensa en su madre, como si se tratara de la banda sonora de una película muda:

“La calle era un caos de coches, anuncios luminosos y personas. A los lados, los edificios ascendían hacia el cielo como los árboles del lago. Un río de coches sucios y taxis amarillos corría ante él. (…)
Intentó imaginar las bocinas, los gritos y los chirridos, pero todo estaba silencioso, como una película a la que le hubieran quitado el sonido. Dentro de la cabeza de Ben solo sonaba David Bowie cantando sobre el comandante Tom.”

Aquí puedes escuchar la canción de Bowie. 

Y aquí al propio autor hablando de sus intenciones al escribir e ilustrar Maravillas:

"Contar una historia sobre personajes que te conmueven y hacer que se desarrolle de forma sorprendente e interesante y espero que emocionante".

Brian Selznick (Nueva Jersey-EE UU, 1966) había ilustrado muchos libros para niños antes de escribir La invención de Hugo Cabret y Maravillas.  El primero que escribió e ilustró él mismo, The Houdini Box, fue publicado en 1991 mientras trabajaba en una librería para niños.
Selznick suele realizar sus ilustraciones a lápiz y carboncillo sobre papel en un formato tan pequeño que tiene que ayudarse con una lupa. Como ilustrador parece un mago por su capacidad para imprimir movimiento a las escenas y crear la ilusión de que sus dibujos abandonan las dos dimensiones del papel (esa misma sensación que tuvieron los primeros espectadores del cinematógrafo que creyeron que el tren iba a salir de la pantalla). En una entrevista explicaba que no quiere que sus libros sean editados en formato electrónico porque el ordenador borra la mano del artista:

"Estoy interesado en el acto de dar la vuelta a una página, contar una historia moviéndome hacia adelante físicamente. En los libros de imágenes, uno da vuelta a la página al ritmo que quiere, se convierte en la fuerza impulsora detrás de la narrativa".


Lo que sí le debió gustar fue la experiencia de llevar sus libros al cine, aunque en el caso de Maravillas, también ha querido ir un paso más allá y no dejar que nadie se lleve el mérito de sus aciertos;  “Wonderstruck: El museo de las maravillas” acaba de estrenarse con guión del propio Brian Selznik. 

Acercaos al libro para disfrutar la experiencia de volver las páginas con las fascinantes ilustraciones de Selznick, de sus textos, y disfrutad también de la película.