jueves, 7 de marzo de 2019

¡DÍDOLA PÍDOLA PON! o La vida debe ofrecer algo más

                         
                                           “LA MAGIA, LA EXTRAÑEZA DE LA INFANCIA”


¡Estamos de enhorabuena! Kalandraka recupera esta joya de Maurice Sendak, que incluimos en las novedades para el 2019, y nos regala la ocasión de reseñar el título que dio nombre a nuestro blog y de que intentemos explicar por qué elegimos este libro entre todos los ejemplares que habitan nuestra biblioteca. ¡No va a ser tarea fácil!

¡Dídola Pídola Pon! o La vida debe ofrecer algo más , maravillosa traducción de Agustín Gervás del título original Higglety Pigglety Pop! Or There Must Be More to Life, fue escrito e ilustrado por Sendak en 1967 y es la obra más extensa del autor. A caballo entre el cuento maravilloso y el álbum ilustrado, lo onírico y lo absurdo, la viñeta y el gag de cine mudo, nos deja ese regusto de los sueños infantiles en que nada es lo que parece pero alcanza a desvelarnos un significado profundo que al rato de estar despiertos ya no conseguimos explicar.

Cuando descubrí ¡Dídola Pídola Pon! estaba a punto de marcharme con mi familia a vivir a Brasil. La primera sensación que tuve al leerlo fue que se dirigía a mí, a la niña que pasaba horas asomada a la ventana -mi casa tenía un mirador que daba al cruce de dos amplias avenidas y desde allí imaginaba cómo sería la vida de la gente que pasaba y qué habría más allá del horizonte que podía divisar- y decirme que Jennie y yo estábamos pasando por el mismo momento vital; la vida cómoda que conocíamos no era suficiente y queríamos crecer, salir al mundo en busca de experiencia. Y todo iba a salir bien. 

Maurice Sendak, en el documental de Spike Jonze y Lance Bangs “Díles lo que quieras: un retrato de Maurice Sendak” (2009), dice refiriéndose a ¡Dídola Pídola Pon!:

 "Este es realmente mi favorito. Siempre quise escribir otro libro como ese. Es el más extenso, el mayor texto que yo escribí. Y el más personal. Profundamente personal."

La perrita protagonista de esta obra es Jennie, la Sealyham de Maurice que muere el mismo año en que se publica el libro y a la que él nunca consiguió olvidar.  En esa misma entrevista, confiesa a la pregunta ¿Qué se habría perdido si no hubiera vivido estos 80 años?:

“No habría conocido a mi hermano y a mi hermana. Habría sido una pérdida terrible. Y habría perdido a Jennie, mi perra, ella aparece en Higglety Pigglety Pop. Pero…¿qué estoy diciendo? 
Ella aparece en todos mis libros cuando todavía estaba viva". 

Aquí podemos ver a Jennie en las ilustraciones de La ventana de Kenny, su primera obra como autor de texto e ilustración (1956), El letrero secreto de Rosie (1958) y en Donde viven los monstruos (1963), el libro que revolucionó el álbum ilustrado y con el que sintió  que había alcanzado su manera personal de expresarse a pesar de que él pudiera reconocer en sus ilustraciones la influencia de otros grandes artistas. En la entrevista que concede en su  estudio apartamento de Nueva York en 1966 dice: 

"El arte de ilustrar, como cualquier otro, es el arte de crecer hasta convertirse en uno mismo".

Sin embargo, con el paso de los años, Sendak sintió que todos los libros que hizo después, quedaran a la sombra de Donde viven los monstruos.

¡Dídola Pídola Pon!, además de ser un homenaje a su perra, es el primer texto de Sendak en el que la protagonista no es un niño o una niña.


Jennie, eso sí, aparece por completo humanizada y las espléndidas ilustraciones, dibujadas con pluma a tinta negra, nos recuerdan los grabados o litografías de épocas pasadas que acompañaban a las fábulas en las que los animales hablan, expresan sentimientos y deseos y se relacionan entre ellos como personas al igual que Jennie con la planta, el cerdo, el gato, la doncella, la nena, el fresno y el león. Quizá no sea coincidencia que en la entrevista del 66 en su estudio -un año antes de que se publique este libro- el autor muestra, como ejemplo de lo que es para él la armonía perfecta entre todos los elementos gráficos de una obra, un volumen de Las Fábulas de La Fontaine ilustradas por Grandville (1803-1847).



Maurice Sendak nos cuenta el viaje de aprendizaje -con la estructura del cuento tradicional- de Jennie, una perrita valiente, pícara, simpática y muy, muy tragona que lo tiene todo, hasta el amor de su amo, pero no duda en recoger sus cosas en la maleta con hebillas de oro y lanzarse al mundo en plena noche porque se siente insatisfecha. 

“Quiero algo que no tengo. La vida ¡tiene que ofrecer algo más que el tenerlo todo!
La planta no tenía nada que decir.
No le quedaba nada con qué decirlo”. 

Enseguida se encuentra con la oportunidad de presentarse como primera dama al Teatro Mundial de Mamá Oca y continúa su camino con la esperanza de obtener la experiencia que le piden antes de que termine la primera noche de luna llena. 

Pero, tras vivir una extraña aventura que nos divierte por las situaciones absurdas (como de película muda), en la que está a punto de ser devorada por un león para salvar a la nena, se encuentra perdida en mitad de la noche, en una atmósfera de misticismo romántico; pasa de tenerlo todo, a no tener nada.


"Se echó al pie de un fresno con el hocico entre las patas y suspiró.
-La vida debe ofrecer algo más que el no tener nada.
-Eso mismo estaba yo pensando se lamentó el fresno."

Al final, Jennie consigue su lugar en el mundo; ha adquirido la experiencia necesaria para ser la estrella del Teatro Mundial de Mamá Oca, lo tiene todo y está satisfecha.


Con las últimas ilustraciones del libro podemos disfrutar del efecto de tira de animación, de película, que tanto le gustaba a Sendak, y todos los personajes cobran sentido. Pero... ¿qué significado tiene la obra que representan?  

Nos encanta el juego que hace Agustín Gervás con el sentido y la musicalidad de la palabra Pídola y la sensación que produce de carambola pero queríamos saber más sobre las famosas rimas de Samuel Taylor Goodrich en las que se inspira Sendak para escribir la historia. Así que pedimos ayuda a Ellen Duthie, especialista en Sendak -tradujo Al otro lado (1981) para Kalandraka en el 2015- que nos regaló esta valiosa información.

En inglés, "higglety pigglety pop" es el primer verso de la "nursery rhyme" con la que acaba el libro. En una traducción literal sería:

Higglety, pigglety, pop!                                         Higglety, pigglety, pop!
The dog has eaten the mop:                                El perro se ha comido la fregona:
The pig’s in a hurry,                                              El cerdo apurado
The cat’s in a flurry,                                              El gato agitado
Higglety, pigglety, pop!                                         Higglety, pigglety, pop!

"Higglety pigglety" es una variación de "Higgledy piggledy" (con "d) que es una expresión que quiere decir "confusión, lío, sin orden". Las palabras por sí solas no quieren decir nada, solo juntas. Hay bastantes ejemplos de esto, muchos de ellos muy antiguos, en inglés: expresiones formadas a partir de dos palabras que se reduplican de forma sonora y que se inventan juguetonamente y se incorporan en el lenguaje. Son dúos sonoros que se puede decir de alguna manera que son el origen del nonsense. Esas palabras que no significan nada, inventadas pero que sin embargo te hacen hacer asociaciones por su parecido a otras palabras. Hay ejemplos de este tipo de duplicación que van muy atrás, anteriores a Shakespeare. 
Higgledy piggledy en concreto, aparece por primera vez impreso en 1596, en un diccionario italiano-inglés. Otra variante es "Higly pigly", donde se ve el origen relacionado con "pig" -cerdo- haciendo quizás referencia a lo desordenado del aspecto de una piara de cerdos.
Lo que es particularmente gracioso del caso de la "nursery rhyme" de Samuel Goodrich, es que él la escribió para ridiculizar la tradición de "nursery rhymes", como un ejemplo de lo absurdas e inútiles que podían ser. Estaba convencido de que este tipo de rima era perjudicial para los niños y animaba a un comportamiento impropio. El caso es que su propio poema se ha incorporado al acervo de "nursery rhymes" conocidas, así que le salió el tiro por la culata. La escribió concretamente en esta reseña ridiculizante de un libro de Nursery Rhymes que acababa de salir.


He leído ¡Dídola Pídola Pon!  con las niñas y niños de mi clase (8 y 9 años);  les divierte lo absurdo y la perrita Jennie les resulta la mar de simpática con sus picardías para conseguir comérselo todo, pero yo podría leerlo otras cien veces y seguiría encontrando en el texto y las ilustraciones capas y capas de significado que harían demasiado densa esta reseña.

Sendak termina este libro con un epílogo -clave para entender que el autor se prepara para despedirse de su vieja amiga- en el que la perrita le escribe a su antiguo amo desde el Castillo de Allá para contarle que se fue para siempre, que se siente feliz y que aunque no sabe dónde está, espera que la busque si pasa por allí algún día. Me gusta imaginar que en el año 2012 Maurice Sendak consiguió reunirse con ella y disfrutan juntos de las funciones del Gran Teatro Mundial de Mamá Oca.



                                              EPÍLOGO
Ilustración de La ventana de Kenny

Los planes que iban a cambiar mi vida, y que me hicieron identificarme con Jennie, se truncaron, pero conseguí abrir esta ventana desde la que ahora hablamos. Una ventana que nos permite mirar al exterior para ampliar nuestra visión del mundo y viajar hacia ese “otro lado” -el que descubrimos con la lectura- pero que también muestra el interior y nos permite reflexionar sobre nuestras vivencias y compartirlas con los mediadores y lectores curiosos que quieran asomarse a ella.


¡Feliz vida y feliz lectura!