Cadena
de regalos
Cuando llega a mis manos este cancionero de Antonio Rubio con las bellísimas ilustraciones de Concha Pasamar, lo recibo como un regalo. Activa mi memoria corporal, auditiva, emocional…y congrega a todas las personas queridas que me hicieron partícipe de este saber colectivo, de esta imborrable memoria poética de la infancia que nos conforma y acompaña durante toda la vida.
Hace unos días, Antonio Rubio decía en la presentación del libro: “Es un material que está flotando en el aire. Lo único que he hecho es contextualizarlo”. Y nos habló de la plaza del pueblo como espacio de juego y maestra de su infancia, de su trayectoria como maestro durante más 40 años -en especial de los ocho años en el Colegio Público Trabenco en Leganés con propuestas educativas de Freire, Freinet y Rodari- y de su vinculación a movimientos de Renovación Pedagógica como Acción Educativa, Asociación Pizpirigaña, el colectivo de Elche o Asociación Rosa Sensat.
Es precisamente la investigación que lleva a cabo hace 30 años para un cuadernillo de Acción Educativa donde surge el germen de Puer Poeticus.
Antonio Rubio conoce el Cancionero, conoce la Escuela y conoce a Los Niños y ordena estos materiales poéticos en cuatro cancioneros como marco referencial donde explica brevemente el momento evolutivo en que se encuentra el niño en cada uno de ellos, señala lo que aportan a su formación literaria y da indicaciones claras y precisas al adulto para que interactúe con él.
El Reino de Canto. El primer cancionero “se compone de aquellos
cantos con los que el niño es cantado y jugado al mismo tiempo, siendo su
propio cuerpo el espacio de juego”. Nanas, arrullos, canciones de cuna y arrorós
se sustentan sobre el ritmo binario que la madre marca desde el corazón. Es el
primer momento literario de nuestra vida, “primeras palabras que reclamamos,
primer alimento para el pez mudo que llora porque carece de algo y necesita y
busca protección y abrigo”.
Siguen las rimas o enumeraciones corporales en
las que el dedo adulto señala, sitúa y enumera el lugar exacto que se canta y
nombra. Rimas para las manos y los brazos en las que nuestro cuerpo es un
instrumento para producir música.
Palmas, palmitas,
higos y castañitas,
azúcar y turrón
para mi niña son.
Los primeros cuentos y juegos corporales con los dedos. Serían las primeras
composiciones con cierto carácter narrativo.
Este puso un huevo,
este lo peló,
este fue a por leña,
este lo frío
y este gordo, gordito,
se lo comió.
Continúa con las rimas para hacer cosquillas, los balanceos (en los que
el adulto sienta al niño a horcajadas sobre sus piernas), los columpios, para
echar a andar, para estar y desaparecer, rimas y conjuros para nombrar el
entorno próximo (nombrar las cosas para conocerlas y poseerlas) y para invocar a
la luna y al sol.
Sol, solito;
caliéntame un poquito,
para hoy para mañana,
para toda la semana.
Y termina con Conjuros y rogativas, “El niño, como el poeta o el mago, se dirige al mundo para ordenarlo y hacerlo abarcable, conocerlo y que este lo escuche” y Oraciones nocturnas.
El Reino del Juego. El segundo cancionero recoge los cantos con los que los niños se encuentran con ellos mismos y con los otros en plazas, parques y patios, espacios para compartir y reconocerse en el grupo. Lo primordial es el juego: Juegos corporales (enumeraciones acumulativas, para hacer cosquillas, para pellizcar, para atar los zapatos o para las rutinas escolares). Primeros juegos colectivos (Corros, juegos de barca y comba, juegos de filas e hileras, juegos de palmas, juegos de goma, par saltar a pídola, juegos de pelota, juegos en el regazo de “la madre” , Retahílas sedentes o para otros juegos, Sorteos) “Todos los juegos de este periodo tienen una característica fundamental: movimiento y canción se acompasan, resultando el niño un danzante y cantor que lee desde los pies; desde los pies a la cabeza puesto que todo el cuerpo se supedita al ritmo de la salmodia”.
Juegos en la casa (muñecas, cartas, juegos de la oca y el parchís). Vestigios del cancionero popular.
Ya se murió el burro
De la tía vinagre;
ya se lo llevó Dios
de esta vida miserable.
que tururururú,
que tururururú,
que la culpa la tienes tú.
y Primer romancero.
Estaba el señor Don Gato
sentadito en su tejado,
marramiau-miau, miau, miau
sentadito en su tejado (…)
El Reino de la palabra. En el tercer cancionero el lenguaje se convierte en un apasionante
juguete. Los materiales poéticos - Trabalenguas y galimatías, adivinanzas y
acertijos, refranes o paremias, juegos metatónicos y esdrújulos, jerigonzas,
jijantáforas, mentiras y disparates- sirven para “adquirir a través del juego
todas las destrezas lingüísticas, explorar los más íntimos rincones de la gramática.”
-Madre notable, sipilitrable
¿voy al campo blanco, sipilitranco
por una liebre tiebre, notiebre, sipilitiebre?
-Hijo, mijo, trijo, sipilitrijo,
ve al campo blanco, tranco, sipilitranco
por una liebre tiebre, notiebre, sipilitiebre.
El Reino de la Memoria. El espacio de juego será, en esta ocasión, el propio Cancionero. “Es el
niño o la niña, individualmente y en grupo, a ser posible acompañados por un
mediador, quien realizará esta recopilación.” Antonio Rubio nos proporciona
recursos para sistematizar, recoger, organizar y fijar este corpus poético para
después poder “transformarlo y crear nuevos materiales apoyándonos en las fórmulas
tradicionales o creando otras nuevas, jugando con la escritura como espacio de
creatividad”.
Porque no hay que olvidar que el cancionero de tradición oral es un corpus vivo y por lo tanto cambiante. Cuando nos preguntamos por el futuro del cancionero infantil y el folclore en general podemos recordar las palabras de Ana Pelegrín a esta misma pregunta del autor: “desaparecerán algunas de las fórmulas que los niños emplean actualmente, pero surgirán otras nuevas, como surgen los neologismos, porque siempre permanecerá la necesidad de jugar y acompañar al juego de rimas y palabras.”
Gracias a Antonio Rubio por esta cadena de
regalos, a Kalandraka por editar esta maravilla y a Concha Pasamar por acompañar
con delicadeza nuestras emociones con sus ilustraciones siempre evocadoras y poéticas.
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