jueves, 17 de junio de 2021

EL REY CERDO

 

Un cuento con cola

La reina de este cuento parece conocer la famosa frase «somos lo que comemos» del filósofo y antropólogo alemán Ludwig Feuerbach porque no deja de avisar al rey sobre las consecuencias de comer tanto cerdo:

“No te vendría mal comerte alguna chuletilla menos. Si sigues así, acabarás convirtiéndote en cerdo.”

Pero el rey no le hace caso y sigue comiendo.


El álbum que acaba de editar Ekaré, con texto de Koos Meinderts e ilustrado por Emilio Urberuaga, comienza con el “Érase una vez” de los cuentos tradicionales. Las ilustraciones nos muestran a un rey que parece un cerdo y come, como un cerdo, cerdo a todas horas. 

Por las mañanas elige, en la pocilga real, el cerdo más apetecible para la cena. Los cerdos aprecian sus privilegios y consideran un honor dar la vida por el rey. Todos están contentos con el orden establecido. 

¿Todos? Todos no. Como suele ocurrir en estos cuentos, el más pequeño es el que pone en marcha la acción que va a producir el cambio de ese orden al final de la historia. El cerdito resulta ser un filósofo y el detonante será la eterna pregunta sobre el sentido de la existencia:

“Papi…¿para qué vivimos?” 

Insatisfecho con las respuestas, contesta:

 “La vida tiene que ser más que engordar, morir y ser comido, ni siquiera si es por el rey”. 

Y decide que cuando sea grande se largará de allí. La vida continuó su curso hasta que un día… 

Como no quiero destripar el cuento, solo os diré que lo que ocurre tiene algo en común con Príncipe y mendigo de Mark Twain o con contradecir al refranero sobre si el hábito hace al monje.

Pero, como ya anunciamos, esta historia tiene cola, y no es la de un cerdo sino la de otra joven filósofa, una truchita que lanza la eterna pregunta:

“Papi…¿para qué vivimos?” 

Koos Meinderts nos invita así a imaginar nuevos desenlaces terminados en la misma pregunta que nos lleven a una historia encadenada; un cuento sin final.



Emilio Urberuaga - Premio Nacional de Ilustración que ha dado vida a personajes tan entrañables, como Manolito, Olivia o Gilda la oveja- parece recoger esta propuesta del texto desde la portada, en la que vemos junto al cerdo un gato con una raspa en la boca, en las guardas delanteras donde aparece un muro que sigue en las guardas traseras y sobre el que camina el mismo gato, y a lo largo de todas las páginas en las que comenzamos a ver su cola y, conforme avanza la trama, su cuerpo entero y podemos situar el muro en el portón real.

Las ilustraciones de Urberuaga, con sus colores brillantes, sus contornos bien definidos y sobre todo con ese sentido del humor, esa ternura y esa fantasía doméstica que le caracteriza, juegan con el texto de Meinderts y convierten la lectura de este álbum en una delicia que despierta sonrisas, genera preguntas y, en una lectura compartida, estimula la conversación.


¡Feliz lectura y feliz verano!



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